Por Z´ev ben Shimon Halevi
La Kabbalah es conocida como el conocimiento objetivo, y su origen es la base interna de las enseñanzas del judaísmo, las cuales están orientadas hacia la naturaleza de Dios, el Universo, el hombre y su mutua interrelación.
La tradición dice que Dios entregó esta enseñanza a los Arcángeles, los cuales la transmitieron a los hombres. De esta manera, se estableció una cadena de instrucción que ha sido mantenida a través de los Mundos que contienen la existencia. Tomando en cuenta lo que dice la historia, el primer kabbalista de la línea judía fue Abraham, quien fue iniciado por Malquizedec.
A partir de él, el Conocimiento fue transmitido a todas las generaciones de patriarcas hasta llegar a Moisés, quien la transmitió a Joshua y a los Sabios Ancianos. Al principio de los tiempos bíblicos, la Kabbalah era enseñada por aquellos que la habían recibido a través de la Tradición o de la Revelación, es decir, por medio de los sacerdotes y de los profetas.
A lo largo del tiempo, esta Enseñanza fue cambiando su apariencia y su nombre, sin embargo, su instrucción esencial sobre la Realidad Total de le Existencia, nunca cambió.
Esta Torá interna de la Edad Media vino a conocerse con el nombre de Kabbalah o “lo recibido”, que hoy llega a nosotros con una mezcla de terminología rabínica y escolástica. Hoy día reaparece con una expresión contemporánea para que la generación presente pueda comprender el propósito de la Existencia. Veamos ahora, brevemente, en qué consiste la teoría y la práctica kabbalística y su sistema de Orden.
En el principio estaba solamente Dios. Nada existía, tampoco la Existencia. Dice la tradición que Dios, siendo Nada y Todo, quiso verse a Sí Mismo: su reflejo o imagen. Con el fin de verse a Sí Mismo, Dios determinó que la Existencia tuviera lugar. La explicación alegórica es que Dios logró manifestar la Existencia retirando un fragmento del Todo. Al hacerlo, un espacio fue creado, en el cual la Existencia pudo manifestarse. Nos dice la Tradición que, en ese espacio, la Voluntad de Dios proyectó un rayo de luz, el cual desplegó su Misericordia, Justicia y Voluntad. Estos tres aspectos de la Divinidad, por sus acciones recíprocas, precipitaron una secuencia de eventos que dieron como resultado la manifestación de la Divinidad por medio de Diez Atributos perfectos e inmutables.
Estas diez Pronunciaciones o Luces o Vasijas (nombres tradicionales) conformaron un mundo arquetípico en el cual Dios se reflejó. A la imagen total contenida en ese mundo de arquetipos se le ha llamado Adán Kadmón, que representa al hombre primordial, o simplemente la Gloria de Dios. Todos los Mundos subsecuentes, entidades y organizaciones están basados en el modelo perfecto del mundo arquetípico.
El primer nivel de existencia es conocido como el Mundo divino de la Emanación. La más conocida exposición de este primer nivel de existencia es el Árbol sefirótico de la Vida. Hay otras exposiciones bien detalladas, pero ninguna es tan clara y gráfica como el Árbol de la Vida.
Básicamente, dicho Árbol está compuesto por diez principios o sefirot, más una no-sefirah. Las sefiroth tienen como base la influencia recíproca de las leyes divinas (Voluntad, Misericordia y Justicia), cuya sucesión de grados es necesaria para lograr que la Existencia sea estable y, al mismo tiempo, flexible.
Así un sistema que comienza en la Corona (Keter), en la parte superior del Árbol y que emana del Absoluto, es complementada por la dualidad activa y pasiva hasta que forma una trinidad suprema que se repite hacia abajo en tres tríadas antes de llegar a la sefirah final de Malkhut, el Reino, ubicada en la base del Árbol. Como resultado de esta interacción de tríadas ocurre un mecanismo que se subdivide en activo, pasivo y equilibrante.
Estas tríadas se bifurcan en senderos que relacionan a una sefirah con otra. Entonces es aparente que el Árbol se vuelve un esquema sutil de comprensión y balance, nivelación y flujo. Sin embargo, para el propósito de este estudio sólo es necesario conocer el diseño y las funciones generales del mismo.
A groso modo, éste es el principio de Unidad, en el cual el Árbol completo es en sí una unidad divina. Esto es: hay un aspecto de perfección activa y pasiva expresada en los pilares de los costados.
Además del principio que explica la tríada que refleja lo anterior, existe una secuencia de cuatro capas o etapas que forman el desarrollo de las Diez sefiroth (plural de sefirah).
De las cuatro capas generadas por otras leyes, emerge lo que se conoce como la separación de cada mundo de los tres mundos inferiores. Estas separaciones o mundos se conocen como: Creación, Formación y Acción. Se dice que el Mundo de la Creación emerge de la segunda capa de la Emanación y se desenvuelve como el Árbol completo con todas sus leyes sefiróticas representadas con una potencia menor. Esto no podría ser de otra forma ya que, de la separación del Mundo divino de la Emanación y fuera el Tiempo de la Inmutabilidad Eterna, emerge el tiempo y sus efectos consecuentes. Aquí comienza la manifestación Cósmica del Universo. La Kabbalah lo llama el Mundo del Espíritu Puro o Cielo.
Del centro de la Creación brota el Mundo de la Formación. Éste es el eco del tercer nivel de la Emanación y aquí, de nuevo, emerge un Árbol completo con sus complementos sefiróticos y, siendo un reflejo más del Mundo de la Emanación, es menos potente que el Mundo de la Creación.
Es más, su naturaleza es tan diferente como la Creación lo es de la Emanación. Es el reino de las formas perennemente cambiantes y corresponde en términos humanos al nivel del alma o psique. El cuarto Mundo de Composición o Acción emerge del de la Formación y trae consigo la existencia del mundo físico de la Naturaleza y de los elementos, conformando el Universo que recibimos de manera sensorial. Abajo hay un quinto Mundo. Éste es, esquemáticamente, el Infierno o letrina cósmica donde los deshechos de la Existencia son almacenados y reprocesados antes de ser reutilizados.
De lo anteriores posible concluir que los kabbalistas perciben la Existencia como una escalera de Mundos compenetrados, cada uno de los cuales sirve de base al modelo divino sefirótico de la primera imagen de Adán Kadmón. Desde ese punto de vista, dicen los kabbalistas, es posible examinar la organización, está hecho a imagen de su Creador. Esta premisa está basada en el hecho de que las leyes Divinas que operan arriba también operan abajo, por supuesto, con una materialidad más densa y energía más lenta. Tal fenómeno va siendo más denso como resultado de la multiplicación de las leyes, cuando la Existencia se complica con el descenso del impulso creativo. Sucede lo contrario en el impulso de regreso evolutivo, o Teshuvah, cuando un ser humano asciende de nuevo para unirse a la Presencia divina. Este último proceso es, precisamente, el trabajo que implica la Kabbalah.
Sin embargo, antes de considerar esta práctica debe haber una preparación teórica, porque en el camino de la Kabbalah es necesario completar todos los pasos de la secuencia del retorno. Empezaremos, entonces, con un breve examen del cuerpo físico humano.
Siguiendo el primer principio sefirótico, el cuerpo es una unidad como organismo. De la misma forma, de acuerdo con la segunda ley-o sea, el principio pasivo y activo- el cuerpo se manifiesta como materia y energía. La tercera ley o Trinidad es completada con la presencia de la voluntad que la hace consciente. La organización del cuerpo se divide en los cuatro niveles del Árbol, ya que contiene un nivel de operación física, química, electrónica y consciente. Aquí, el nivel consciente correspondería al aspecto divino del organismo. En el pilar del costado izquierdo se encuentra las sefirot, que corresponden a la estructura anabólica y armonizada, que soportan, construyen y regulan el cuerpo, mientras que en pilar activo o derecho están el principio activador de la vida, el proceso de descarga de energía y el proceso de absorción de energías físicas.
En el pilar central se encuentran Malkhut, Yesod y Tiferet (llamado, tradicionalmente, la Silla de Salomón por su posición de empalme). Los huesos y la piel se encuentran en Malkhut; el fundamento autónomo en Yesod y el sistema nervioso central se en Tiferet.
Arriba se encuentra Daat o el conocimiento del cuerpo que actúa como conexión con el mundo de la psique superior. La Corona del Árbol es simultáneamente el Tiferet del mundo psicológico y el Malkhut del Árbol del espíritu. Éste es el manantial del cuerpo.
Las tríadas menores del Árbol físico están involucradas, ya sea con los procesos activos o pasivos de los músculos, nervios, células, órganos, metabolismo y organismos electromagnéticos o con los grados de conciencia mineral, vegetal y animal del cuerpo.
Esto nos lleva al primer paso del trabajo práctico de la Kabbalah, que es reconocer las diferentes áreas de operación en el cuerpo y la psique inferior.
Es necesario aprender las etapas preliminares del Árbol sefirótico para entender la base natural de nuestra existencia. Para esto tenemos que observar y separar las dos tendencias minerales: la inactividad o estar en movimiento continuo debido a influencias externas. Al examinar los aspectos minerales en nosotros mismos debemos incluir la observación de los estados elementales: sólidos, líquidos, gaseosos, así como las condiciones radiantes en las cuales nos encontramos estables o rígidos, flexibles o flácidos, energéticos o frenéticos, iluminados o enajenados.
De la misma manera, el kabbalista debe observar en su naturaleza inherente lo que come y bebe, excreta, desarrolla, procrea, envejece, decae y muere. Incluidos en este estudio de lo vegetal está también la respuesta a los fenómenos agradables o desagradables, condiciones fértiles o estériles, así como los ciclos mensuales y anuales de vitalidad.
Durante el curso de dicho examen, el estudiante comienza a separar los niveles mineral y vegetal de su vida diaria, descubriendo así los aspectos animales de su Nefesh o Alma Vital que, por un lado, disfruta de la compañía y, por otro, debe competir, dominar, progresar, satisfacer su curiosidad y vivir, generalmente, bajo un orden social. Este aspecto animal es muy diferente del vegetal porque, así como las plantas desean sólo sobrevivir en la mayor comodidad, el alma animal se arriesga a tener experiencias, incluso sacrificar su propia vida por la de la manada o tribu.
Junto con este fenómeno animal están todos los atributos de astucia, destreza en la caza y escape; amistad, animosidad, celos, pasión, devoción, diversiones y destreza en juegos, que la gente considera como cualidades humanas y que, en realidad, son parte estrictamente animal de la raza humana. El alma animal conlleva una inteligencia simple, memoria, invención, imaginación y la capacidad de soñar. El kabbalista debe tomar en cuenta el nivel de experiencias animales y separarlas de las experiencias de su vida para llegar a lo que es verdaderamente humano, lo cual para la mayoría no resulta fácil, debido a la educación y a las opiniones incrustadas en el ego. Aquí empieza el estudio del mundo de la psique ámbito natural de la raza humana.
La tradición kabbalista declara que la especie humana cayó del Edén o el Mundo de la Formación y le fueron dadas vestimentas de piel. En términos bíblicos, la psique representada por Adán y Eva encarnó, es decir, adquirió un cuerpo natural compuesto por minerales, vegetales y niveles de materia animal, energía y conciencia. De este modo, el ser humano está en parte sumergido en el Mundo de la Naturaleza, con la parte superior de la psique oculta y fuera del alcance de la mente natural, en la mitad superior del Árbol de la Formación o el inconsciente.
En esta situación se encuentran las personas que reconocen que no desean vivir como piedra, planta o animal, que quieren liberarse del dominio de la Naturaleza que busca hacerlo parte de una masa, nunca un individuo. Así, el segundo paso en la Kabbalah es separar nuestra parte humana del Nefesh o Alma Vital, no negándola sino tratándola inteligentemente para que sus demandas sean mínimas. En tal estado de equilibrio físico, el trabajo de la psique puede ser llevado a cabo.
La parte inferior del Árbol psicológico embona sobre la parte superior del Árbol físico con el Malkhut de la Formación o la conexión base de la psique, sobrepuesta en Tiferet o sistema nervioso central del cuerpo, donde se entrelazan los tejidos del cerebro con la psique inferior.
Arriba, sobre el Daat o Conocimiento del cuerpo está Yesod o Fundamento de la psique. Ésta es la mente ordinaria del ego que trata con los asuntos externos y revisan las fantasías de los eventos internos de la psique.
Mientras que el Malkhut de la psique contiene todos los factores genéticos, representando a la familia, la nación y todas las características heredadas. El Fundamento o ego de una orden diferente. El Yesod de la psique es el lugar donde se localizan la cultura y las conductas aprendidas. Ésa es la parte nuestra que puede ser influida y educada para ser totalmente o fanática, puritana o flexible. En resumen, ésa es nuestra parte en posibilidad de abrirse o cerrarse al cambio inmediato.
Normalmente, en situaciones sociales, este ego se viste con una máscara o persona que es aceptada no sólo por lo demás, sino por nosotros mismos, pues es como imaginamos que somos en realidad. Pronto descubrimos que ello no es así, especialmente cuando el Ser o Yo, que se halla arriba del ego en el Árbol psicológico, es visto como la esencia de la persona. Sin embargo, antes de llegar a dicha etapa, es necesario observar la composición del ego.
Notaremos que el ego está al centro de un gran triángulo, el cual al mismo tiempo está compuesto por subtríadas. El gran triángulo es el campo de la mecánica mental. Es decir, el mecanismo autónomo de pensar, sentir y actuar, en el desenvolvimiento diario.
Aquí. Los eventos internos y externos de una persona son tratados en una de tres formas. Dependiendo del temperamento, uno de los procesos dominará haciendo que una persona sea considerada como pensadora, otro como sensitivo, y otro como activo.
En la Kabbalah uno de los primeros ejercicios psicológico es reconocer nuestro tipo de cuerpo psíquico y cultivar las otras dos tríadas para equilibrar nuestro ego. Esto se lleva a cabo mediante el trabajo teórico y práctico. Por ejemplo, al pensador se puede encargar resolver problemas prácticos, mientras al activo escribir poesías y al sensitivo aprender alguna habilidad intelectual. Este proceso también enseña al ego a ser obediente y a descartar muchos de sus patrones habituales.
Muchas veces, el proceso es largo y el estudiante va y viene continuamente rehuyendo el verdadero compromiso con el trabajo kabbalístico. Esta crisis culmina, a menudo, con el fenómeno del cambio, y sucede a tal grado que, a menudo, ni él ni sus amigos cercanos reconocen su personalidad. El resultado más frecuente es que sus amigos llegan a ignorar a este “nuevo hombre” que ya no participa en sus juegos, mientras él aprende a reajustarse y manejarse de forma diferente, estableciendo nuevas relaciones.
El paso más importante en el trabajo kabbalístico es la transformación del ego, porque mientras la persona estudia constantemente el tema hasta lograr un cambio, dicho estudio no dejará de ser meramente un ejercicio académico sin que tenga relevancia el tiempo dedicado a trabajar en la teoría y en la práctica. Cambiar significa crecer y requiere la muerte de la vieja personalidad y sus patrones inútiles. Dado que existen pocas personas preparadas para efectuar esa transformación, la Kabbalah es sólo para aquellas que están dispuestas a sacrificar y arriesgar su bienestar psicológico o social.
Como dijo un gran kabbalista: ello no implica vender todo lo que se tiene, pero hay que estar preparado para hacerlo. Por ejemplo, a menudo el impacto que representa tener que deshacerse de las fantasías que uno tiene sobre sí mismo es más de lo que el ego puede resistir. Razón por lo cual, tradicionalmente la Kabbalah sólo es recomendada a personas maduras que han navegado las tormentas y vicisitudes dela vida, sobrellevándolas con fuerza y estabilidad. La Kabbalah no promete un método rápido o fácil de iluminación, sino una lenta pero sana progresión ascendente por la escalera de Jacob.
El próximo paso es cruzar el umbral entre la Sefiroth de Hod y la de Nezah. Estas dos Sefiroth son los aspectos activo y pasivo del organismo biopsíquico. Mitad en el cuerpo y mitad en la psique, funciona como los principios de comunicación y repetición en el cuerpo-mente. Así, por ejemplo, el lado activo contiene los circuitos de la memoria, mientras el lado pasivo responde y las conecta, ambas archivan sus impulsos en la pantalla mente-cerebro del Yesod psicológico de la conciencia del ego.
Como puede observarse, esto crea un sistema sumamente complejo que le da al ego una naturaleza caleidoscópica o camaleónica. No es sin razón que a Yesod le es dada la imagen patriarcal de José con su chaqueta de muchos colores. Sin embargo, el principio de la unificación de la psique comienza con el cruce del umbral entre Hod y Nezah.
En términos psicológicos modernos, ese umbral es la frontera del inconsciente. Más allá de esta línea yace, para la mayoría de las personas, un abismo del cual emergen emociones y pensamientos.
Esto implica no sólo sentimientos o rutinas mentales, sino pensamientos y emociones verdaderas. La mayoría de los estados de ánimo, por ejemplo, pertenecen a la parte inferior de la psique y son el efecto engendrado por el cuerpo. Las verdaderas emociones y pensamientos ocurren en lo profundo de la psique a la luz de la conciencia del ego ordinario y son como estrellas que no se pueden ver de día.
Al cruzar el umbral y llegar a una conciencia del Ser, se precipita el estado del despertar. Mediante la experiencia de amar, esta condición elevada es conocida por casi todos; también en momentos de profunda quietud o asombro.
Esto es común, pero lo que no es común es que pueda obtenerse a voluntad, aunque eso, precisamente, es lo que el kabbalista busca. La voluntad es una herramienta esencial en el trabajo kabbalístico.
Hay muchos tipos de voluntad. Primero tenemos la voluntad del cuerpo, la cual exige comodidades y satisfacciones. Después tenemos la voluntad del ego que requiere reconocimiento, lo cual lleva a cabo a través de un exceso de voluntad o sin ella, dependiendo si el lado activo o el pasivo predominan en el ego.
Para el kabbalista, el paso siguiente en su entrenamiento es lograr que el ego acceda voluntariamente. Una vez realizada esta difícil tarea, la fase siguiente es desarrollar la habilidad de cruzar el umbral a voluntad y de esta manera entrar en la tríada de la conciencia despierta por elección y no por casualidad.
Esta condición lúcida del despertar de la conciencia es llamada Gadlut, y significa subir de nivel conscientemente, a diferencia Katnut que alude al estado ordinario de la conciencia.
La enseñanza mencionada puede ser obtenida desarrollando lo que llamamos mi voluntad. El término mi voluntad se genera gracias a la habilidad operativa, no desde el ego, sino desde el Ser, quien está situado en el centro del Árbol psicológico. El ser es aquella parte de nosotros que sólo cambia de manera gradual a lo largo de nuestra vida.
Aunque el cuerpo florezca o se marchite, y el ego sufra todo tipo de transformaciones de acuerdo con su buena o mala fortuna o por el trabajo que otros o uno mismo lleve a cabo, el Ser permanecerá más o menos igual. Esto es tan cierto que a veces es fácil reconocer a alguien con quien fuimos a la escuela décadas atrás, a pesar de las arrugas en su cara o los cambios en su actitud o comportamiento.
El Ser es lo que es verdaderamente nuestro, nuestra individualidad, aunque sea una faceta de la Unidad de la experiencia. Es desde este lugar, la psicológica Silla de Salomón, donde se forma nuestra propia voluntad. Esta voluntad es muy poderosa; muchas personas que no están en el trabajo espiritual reconocen la capacidad que ésta tiene y utilizan su poder para gobernar y dominar a seres que tienen poca voluntad propia. Lo que distingue a tales personas es su dedicación a la política, el comercio, las ciencias y el arte. La mayoría, a pesar de que cree en su individualidad, es egocéntrica, lo que quiere decir que en realidad está sujeta a las presiones externas de sus vecinos, o lo que su tribu social y costumbres determinan que debe hacer. El individuo va por su propio camino.
Como podemos ver, ser un individuo no significa ser siempre bueno o malo. Tampoco quiere decir ser siquiera espiritual. Esto es porque el lugar del Ser ocupa la posición donde se encuentra las tres sefirot en la Escalera de Jacob. Así pues, están presentes en el Ser, el Keter o Corona del cuerpo, el Tiferet de la psique y el Malkhut del espíritu. De esta forma, es posible que el Ser sea dominado físicamente, orientado psicológicamente o estar comprometido con lo espiritual.
En el caso del kabbalista, esta etapa es parte del proceso de familiarización psicológica con los contenidos de su psique, antes de entrar en la sefirah inferior del Espíritu, a veces llamada Malkhut Hashamaim, o el reino del cielo, sin embargo, previo a esta etapa es requisito la purificación, de esta forma es posible el equilibrio y examen de la anatomía de la psique.
Las sefiroth que corresponden a las emociones; misericordia y rigor o juicio y las intelectuales que corresponden a los conceptos; entendimiento y sabiduría, forman una serie de cuatro tríadas. En ellas se almacenan todos los complejos emocionales e intelectuales.
Aquí, todas las memorias emocionales y asociaciones intelectuales son colocadas en una postura inicial o conservadora. Por ejemplo, una memoria relacionada con el amor estará alrededor del núcleo de Hesed o Mercurio, mientras que otra, asociada con el miedo, será atraída a Gevurah o Juicio. Lo mismo ocurre con las ideas tomadas por la psique en la juventud o más tarde en la vida, que adquieren una posición revolucionaria o reaccionaria.
En la psicología contemporánea estos complejos son percibidos a veces como cadenas o grupos, mientras que en las sefiroth pueden ser reconocidas como arquetipos. Así, el arquetipo del Juicio es el héroe; el tramposo se ve como la imagen psicológica de Hod, la sefirah mercurial de Reverberación; y la bella joven o doncella en Nezah con la sefirah de Venus. Los dioses planetarios, por supuesto, son simplemente expresiones de principios sefiróticos. Para el kabbalista este mundo interno no sólo es estudiado sino factible de ser transformado.
Entrar al reino puramente psicológico del mundo de la Formación requiere de gran estabilidad. De nuevo, ésta es la razón por la que la Kabbalah exige madurez a sus seguidores. El estudio de la Kabbalah debe estar bien asentado en la vida y de ninguna manera forzar el paso con ayudas artificiales, como las drogas. Es sabido que la tradición nos cuenta la historia de cuatro rabinos que entraron en los mundos superiores internos y sólo uno regresó en buenas condiciones. De modo que, sólo deben aventurarse aquellos que tienen paciencia y valor.
El proceso de observación y transformación interna es largo y requiere la supervisión de alguien que ya ha pasado por este proceso. Esta persona en Kabbalah es llamada Maggid o mentor espiritual.
No es necesario que dicha persona sea judía ni rabino. Lo principal es que tenga contacto con la Tradición. Ahora bien, hay dos maneras de llevar lo anterior a cabo. Una persona es por medio de la línea convencional de entrenamiento en una escuela formal y, la otra, es mediante una instrucción oral al estar en contacto con un Maggid de manera individual. Usualmente, lo anterior está confinado a escuelas rabínicas o esotéricas, mientras que la última, en general, la encontramos bajo circunstancias inesperadas.
Ninguna de las dos conexiones es fácil obtener, sólo la persistencia logra el contacto, a menudo después de muchos intentos y fracasos. Sin embargo, si el aspirante realmente desea trabajar en el camino de la Kabbalah, la Providencia le proveerá, seguramente, el enlace de una u otra forma. La función del Maggid es doble: instruir y actuar como un canal para las influencias de los Mundos Superiores.
En el nivel del ego, en relación con el estudiante, es el ser mediador que voluntariamente puede elevarlo a su propio nivel en la Silla de Salomón. Una vez que el individuo ha alcanzado este nivel y puede mantenerlo o, al menos, conseguirlo por sí mismo, el Maggid debe hacerse a un lado y permitir que la persona establezca su propia conexión con la Tradición. Sin embargo, esto sólo sucede después de muchos años de preparación y entrenamiento.
El alma es enteramente psicológica. No tiene conexión con el Árbol del cuerpo ni con el mundo del espíritu, excepto con el Tiferet psicológico donde se halla el Ser que le sirve de eje. Es más, su énfasis es emocional, aunque esté cercano a las tríadas de los conceptos intelectuales.
La Tradición dice que el alma es la vestimenta del espíritu, así que uno tiene que atravesar por el alma desde la conciencia del cuerpo para entrar en el Mundo del Espíritu o Creación. Esto nos da una pista sobre su función. La tríada del alma es el lugar donde se lleva a cabo la purificación. Es en la zona de la conciencia, el área de la psique donde el bien y el mal compiten.
Dice la Tradición que es en tal sitio, en el nivel psicológico de la Misericordia y el Juicio, donde los ángeles buenos y malos están de guardia para probar y tentar al alma. En términos modernos, es aquí donde los conflictos psicológicos son trabajados y resueltos, cuando la psique de la persona analiza y sintetiza las cualidades del cuerpo, emociones e intelecto.
Desde el punto de vista kabbalístico, éste es el nivel de la conciencia de sí mismo, o sea, la conciencia del estado de todas las cosas conectadas con la vida y el sino particular, lo cual incluye todas las conexiones con otros antes de nacer, durante la vida y después de la muerte.
Es aquí donde el karma es almacenado y, poniéndolo en términos bíblicos, donde se llevan a cabo las recompensas y los castigos hasta la tercera y cuarta generación de la existencia de esa persona. De esta manera, el kabbalista no sólo trabaja en esta vida.
En el trabajo de la Kabbalah el alma es también vista como el triángulo de la disciplina, la verdad y el amor. Aquí, el kabbalista se encuentra y trabaja con otros en el Camino.
Este es el nivel donde opera un grupo kabbalístico; cada miembro actúa de cuando en cuando un papel activo, pasivo o catalítico. Así, una persona le ayudará a otra, quizá en asuntos de discriminación fina, mientras que el otro enseñará al primero a perdonar, en tanto que alguien más puede percibir diferentes puntos de vista de la misma verdad psicológica con diferentes puntos de vista acerca de la misma verdad psicológica.
Como es posible imaginar, lo que ocurre es una forma muy sutil de interacción social. Sin embargo, las costumbres y prácticas de dicho grupo son diferentes a cualquier reunión social ordinaria donde lo más importante es la necesidad animal de competir y ostentar un papel principal. Este es un punto de unión donde los elementos naturales se eliminan y los valores humanos de conducta y conciencia pura son los que espiritualmente cuentan.
El fin espiritual de dicho grupo es prepararse para penetrar y entrar al próximo Mundo. Esto es lo visto en el Árbol psicológico como la tríada formada por el intelecto externo e interno en las sefiroth Binah- o Entendimiento- y Hokhmah –o Sabiduría- y la Silla de Salomón, Tiferet. Este gran triángulo superior es, no sólo la parte de la psique, sino también la cubierta hacia la Cara inferior –como se llama a la configuración que parece un cometa- del Árbol de la Creación.
Visto en términos de niveles, mientras que la tríada del alma concierne a lo individual en el ser humano y conla suerte en cada vida, la gran tríada del Espíritu es la conexión directa de la psique con su destino a largo plazo y con el nivel cósmico de la existencia humana.
Situada donde está, es el punto de enfoque del Cielo o Mundo Celestial donde el Destino, a lo largo de la existencia de un espíritu, es sostenido mientras va bajando con el impulso de la Creación, o subiendo en el retorno de la evolución. Aquí, la Providencia que opera en el Cosmos, guía al espíritu hacia el propósito para el que fue creado.
De este modo, los ciclos menores del cuerpo y la psique son contenidos y controlados dentro del gran ciclo cósmico de despliegue del Universo. En esta escala, el individuo parece insignificante y sin embargo es significativo, porque a pesar de la supervisión y monitoreo de los ángeles, en el sube y baja de la marea cósmica, el ser humano tiene libre albedrío, aunque dentro de ciertos límites. Esto es lo que hace única a la raza humana porque, como lo indica la Tradición, ni los Tachutonim (aquellos que habitan abajo) ni los Elyonim (los que habitan arriba) tienen ese privilegio.
El mono, por muy inteligente que sea está confinado a las leyes naturales de su especie; se dice que los seres angélicos tampoco pueden salirse de sus órdenes o funciones celestiales. Solamente la humanidad tiene alcance a todos los Mundos creados. Esto nos da una idea de la escala y responsabilidad del Mundo del Espíritu al cual el kabbalista busca pertenecer.
En la cabeza de la gran tríada psicológica del Espíritu están la Tradición y la Revelación. De estas dos sefiroth, Entendimiento y Sabiduría, provienen las influencias necesarias para la estabilidad del kabbalista, entre la Forma y la Fuerza de la Existencia cósmica. Pero es importante la recepción del conocimiento espiritual que viene a través de Daat o la sefirah no manifiesta de la psique.
Como podrá verse, este mismo lugar es ocupado por el Fundamento del Mundo de la Creación, y es en Yesod que el kabbalista edifica su próxima etapa de ascenso. La tradición afirma que es aquí donde los purificados son instruidos. Es decir, aquellos que han progresado más allá del estado de la devoción en el Ser. El próximo estado se llama el de la Sinceridad, el cual dirige al kabbalista hacia el Tercer Cielo de los siete Cielos que se extienden hacia arriba desde el Ser hasta la Corona de la Creación.
Se dice que el cuarto estado es conocido como estar con Dios, y se encuentra en la tríada del Entendimiento, la Sabiduría y la Corona psicológica. Aquí se llevan a cabo los estudios más esotéricos, al contacto con la sefirah más baja del Mundo divino.
Acerca de este nivel se ha escrito muy poco, a pesar de la gran cantidad de literatura existente sobre la Kabbalah, ya que es indescriptible. No puede haber una imagen que pueda captar la esencia de la conjunción de psique, espíritu y divinidad. Es más, hasta los poemas religiosos más importantes captan sólo una tenue, impresión media congelada, por el uso de las palabras que son apenas el medio de expresión. Solamente una experiencia directa puede satisfacer a un kabbalista, así que nos debemos contentar con sólo especular sobre dicho contacto con la Eternidad.
Todas las tradiciones dicen que una persona puede seguir más arriba y eventualmente unirse totalmente a la Divinidad y la Kabbalah no es la excepción. Sin embargo, la Kabbalah es diferente de otros Caminos, cuando dice que el kabbalista está obligado a regresar ya sea, a enseñar lo que él conoce, o a elevar los Mundos bajos hacia la Presencia de la Divinidad. Siendo así, hay aquellos que bajan al Mundo Natural voluntariamente y no por necesidad cósmica para ayudar a aquellos que pretenden subir la Escalera de Jacob.
Aparte de este trabajo, también está la operación de colaborar al equilibrio de la creación, la cual, como todos los procesos creativos, está sometida a tensiones y esfuerzos que la sacan ligeramente de su equilibrio óptimo. Por supuesto, estos desequilibrios cósmicos son percibidos sólo por aquellos que están sintonizados en esta escala de operación, es decir, quienes están conscientes de los periodos donde hay un exceso de Forma o Fuerza que se pudiera extender por varias décadas o más. Sus vidas están dedicadas a corregir este desequilibrio y, con frecuencia, encontramos personas sumamente espirituales en medio del caos, como lo fueron los ultras religiosos hasidim y cristianos que vivieron en los campos de concentración nazi.
A veces, esta labor es llamada “amor por el trabajo mismo” y es desempeñada por quienes conocen las consecuencias que esto implica y reconocen que su vida o muerte puede ser requerida. No es necesario mirar atrás en la historia para encontrar tales individuos.
A pesar de su complejidad, el interés de Occidente por la Kabbalah, sus métodos y su lenguaje está íntimamente relacionado con la propia aplicación práctica y la mitología bíblica, sea este judío, cristiano o no conformista de nacimiento. Esta cualidad hace a la Kabbalah la más accesible y, sin embargo, la menos entendida de las Tradiciones, pues, a pesar de que su pasado ortodoxo, su nombre y algunas de sus técnicas y conocimientos han sido utilizados para prácticas no kabbalísticas.
Por ejemplo, la magia occidental- que no debe ser confundida con la tradición original- ha tomado prestado el Árbol sefirótico de la Kabbalah. Es importante decir que el objetivo principal de la Kabbalah no es la manipulación de fuerzas cósmicas- a pesar de los cuentos del folklore judío-sino de una evolución de compromiso y de disciplina que gradualmente, cumpla con la Voluntad de Dios de verse a Si Mismo cuando todos los Mundos, poco a poco se integren y se conviertan en Uno al Final de los Tiempos. No es sin razón que la Kabbalah es llamada, también, el Trabajo de Unificación.
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